Todos los días me encuentro con consejos bonitos, que tratan de subir el ánimo frente a las penas de la vida. Palabras que la mayoría de las veces ignoro, porque simplemente no tengo muchas ganas de estar mejor. Todo a mi alrededor parece estar marchito, sin vida, apagado y áspero. Personas, situaciones, ambientes, ciudades enteras.
Fumar parece ser uno de los mejores escapes para dejar fluir libre la pena que me oprime el pecho, la misma angustia que se viene arrastrando hace tiempo... y los domingos es peor.
Ayer leía un libro para la U y decía que los domingos todos nos sentimos un poco más miserables que de costumbre, y existe una razón: porque, luego de una semana ajetreada y llena de cosas por hacer, el domingo es calmo y perfecto para descansar, pero como no estamos acostumbrados a esta pausa en la rutina, en vez de aprovecharla, la odiamos.
Leer esto me hizo sentir un poco mejor, porque al menos, no sólo a las adolescentes aterradas por encarar la vida les sucede.
definitivamente eso explica la pena de los domingos. ojalá algún día podamos vivir estos días de otra forma, sin penas, sabiendo descansar sin ponernos tan tristes.
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