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18 de octubre de 2010

la tregua

Hoy terminé de leer La Tregua y, a estas alturas, me resulta inevitable identificarme con el dolor de Santomé. Si bien para mi Laura no falleció (como diría Muñoz), su ausencia se siente desde el estómago hasta la garganta. Para qué seguir escribiendo si ya no está en sus planes? Le arrebataron cuatro quintos de su existencia, porque Avellaneda era su vida. Repasará los momentos felices que vivieron juntos y que quedaron anotados en la libreta, y querrá haber aprovechado los instantes, haber prolongado la Dicha mirando la lluvia por la ventana del apartamento, haber hecho algo al respecto cuando sintió una extraña desconfianza hacia todo esto que le resultaba tan bueno (y nuevo). Pero ya no hay vuelta atrás, porque ella se ha ido para siempre. Y cada vez que diga "Amor" la recordará, cuando esté solo en su cama.

Yo también quiero una tregua en mi vida, sea como sea el final de la historia.

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